Llegó el día en que entraron contigo en brazos y te depositaron en el “moisés” por el que todos pasamos, tus inmensos ojos se posaron en los míos, atisbando a mi incredulidad y desde entonces supe que eres alguien diferente al resto. No superior, no inferior… simplemente estás hecho de otro material.
Llegaste a contagiarnos con tu ritmo y a imponer tus pasos. Llegaste repartiendo carcajadas. Llegaste y nos enseñaste la danza al cielo y la mordida a lo inimaginable. Uniste a mis papás y por eso te admiré más.
Has ido y venido, bajaste, subiste y ahora estamos en el mismo sitio. No juntos, sin embargo lo estamos. Contigo tengo ligas más que sanguíneas y aunque me siento orgullosa de que escogiéramos la misma familia para aterrizar, me siento más feliz sabiendo que existes y que contigo puedo conversar. Tus comentarios hilarantes me ponen en jaque frecuentemente y tus ocurrencias son el ingrediente perfecto para la cena, sobre todo la navideña (con todo y cambio de residencia). Ya estás allá, ya casi llego y no necesito decirte la ilusión que me hace. Ponte las pilas y reúne, te delego la tarea por este año.

No hay comentarios:
Publicar un comentario