“Cuando pones la
proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud
inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el
resorte misterioso de un Ideal…”
Así comienza “El
Hombre Mediocre”, de José Ingenieros. Este libro me lo regaló mi papá cuando
cumplí quince años. Cuando empecé a leerlo recuerdo que me sentí intrigada, abrumada,
extasiada; una sensación como la de estar al borde de un precipicio. Confieso que me
también me vi perdida, aunque debo decirlo, esa sensación siempre me acompaña: saberme ignorante es lo que me impulsa a buscar, leer, cuestionar, debatir, doblegarme, reposicionarme.
Hace unos
instantes vi el libro del que hablo en un estante, me acerqué lo hojeé y se me agolparon
los mismos sentimientos y vino a mi cabeza la dedicatoria que acompaño al
regalo hace tantos años:
“Con mi deseo que
encuentres tu ideal o lo concibas y luches incansablemente por él. Porque aún
sin lograr tu meta seas feliz. Tu papá.”
¿Cómo no sentirme
comprometida a seguir? Gracias por el recordatorio.
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