Empiezo a amar esos pliegues, esos que cada vez van ganando más terreno en tu cara, esos que van haciendo dibujos es el lienzo de tu frente, esos que suben y bajan por la comisura de tus labios.
Empiezo a admirar la sombra que llegó y se adueñó de la cuenca de tus ojos.
Empiezo a sentirte como mía y empiezo a tomar posesión de ti.
Empiezo a acostumbrarme a ti.
Empiezo a familiarizarme con la forma en que arrebatas y te estrellas, te fraccionas y te entregas.
Empiezo a entender tus contradicciones, tus apuestas sin sentido, pues al final no hay más vencedor que el reflejo en el espejo.
Empiezo a adivinar tus flores, esas que no se componen de pétalos sino de canciones, de sarapes, de guitarras.
Empiezo a acostumbrarme a ti.